Hay una idea en la mente
de muchas personas, bastante alejada de la realidad… empezando así, podría
estar refiriéndome a casi cualquier cosa… pero en este caso es a la idea de “empresa”
que tienen en la cabeza.
En este país tan propenso
al odio, que adolece de unos políticos insufribles y que padece de una cultura
novelera bastante pendeja, juntos han satanizado a las empresas y a los empresarios,
recreando escenarios y estereotipos ilusorios.
Todo esto, ha contribuido
para propagar un odio visceral, de público conocimiento, hacia todas esas “horribles
empresas y empresarios”, porque dejándose meter los cinco dedos de la mano en
la boca, se comieron completico el cuento de que todas las “empresas y
empresarios” en este país son una especie de colectivo millonario, que tienen
sus operaciones en enormes fábricas y edificios con pisos de mármol,
escritorios lujosos, veintenas de asistentes, vehículos de alta gama
disponibles para los “jefes”; almuerzos y cenas para discutir acuerdos
comerciales de grandes cantidades de dinero; viajes de fin de semana a lugares
paradisiacos para hablar de proyectos; botellas de champaña y whiskey presentes
como si fueran vive cien… Y así, se encuentra fijado en la imaginación de
muchas personas, esa idea de dueños de empresa, cual protagonista de novela
turca, viviendo en casas donde el lujo es la constante, con walk-in closet de
serie de Discovery home and health, piscina al infinito y avión privado.
Y no sé si es que ignoran que,
en un gran porcentaje, ni las empresas, ni los empresarios que quieren
catalogar como la plaga del país, son como creen o tienen lo que les atribuyen
tener, repito, eso que aseguran odiar y se han apropiado como credo acabar, no
son más que inventos.
La mayoría de las empresas
de este país, son levantadas con sacrificio; que de exceso tienen son impuestos
y deudas bancarias; que se mantienen con nóminas no superiores a 15 personas, (sin
olvidar mencionar a las empresas más pequeñas o a las empresas unipersonales)
que apuradas solo pueden ofrecer una despedida de fin de año, a la que se le
crea casi que una alcancía, para intentar dar lo mejor y agradecer por un año
más de supervivencia comercial.
Las empresas de este país,
son esas que muchos prefieren llamar “pequeño negocio”, el gran número de
empresarios, está compuesto por personas que se movilizan a pie, en bicicleta,
bus, taxi, en carro pagado con préstamo. Con dueños, que desayunan lo mismo que
usted, que llegan a trabajar después de dejar a los niños en el colegio, que se
rascan la cabeza con cada recibo, que hace años no pueden permitirse un fin de
semana en una ciudad distinta a la suya, que remiendan el calzado, que hacen la
función de 3 y 5 porque no hay para más y con las mismas regresan a su casa, a
cumplir con deberes de aseo, organización y lo que corresponda.
Que si bien, si existen
esos empresarios casi que, de novela, con oficinas de ensueño, y proyectos
millonarios, y que los habrá buenas y malas personas, así como los hay en todos
lados, empresarios pequeños, medianos o grandes; porque la ética no tiene nada
que ver con la plata que se tiene en el bolsillo.
La revolución industrial
ya pasó, si bien, tenemos muchísimas cosas que seguir mejorando, estas no se
van a dar, multiplicando el número de empresas cerradas a nombre de una supuesta
igualdad, que hiede a venganza.
La literatura de todas las
épocas y la transmisión de conocimiento está disponible hoy más que nunca, pero
el sentido común parece haberse perdido, no se deberían sentar posiciones
radicales, basadas en textos, que ya no corresponden al tiempo presente, a la
realidad comercial, política, económica, y que desconocen los derechos que se
han alcanzado.
No se puede seguir deseando
la quiebra, no solo de empresas, si no de esfuerzo, de sueños.
Que no sigan llenándole la
cabeza de absurdos, con esas fantasías sacadas de ciertos políticos y novelas,
de que las empresas, en general, sin distinción entre ninguna, son
conglomerados de negocios multimillonarios, centros de corrupción y
explotación, con dueños arribistas e inescrupulosos y deje de repetir arengas
carentes de todo sentido de que las empresas y los empresarios son un mal que
hay que acabar.
Esa panadería de la esquina
de su casa, es una empresa; la ferretería del compadre, es una empresa; la
imprenta que tiene al frente es una empresa, el restaurante donde compra el
corrientazo y le dan la ñapa, es una empresa … ¡ya ve!, ahí hay gente que
trabajando como sabe, con lo que tiene y puede, intenta salir adelante.
Las empresas no son ni la
causa de todos los males, ni un mal necesario, son una realidad, a través de la
cual hay desarrollo económico, personal y social. Quien logra hacer mucho
dinero de forma lí
Correcto ✔
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