viernes, 11 de febrero de 2022

La noción errada de empresa

 


Hay una idea en la mente de muchas personas, bastante alejada de la realidad… empezando así, podría estar refiriéndome a casi cualquier cosa… pero en este caso es a la idea de “empresa” que tienen en la cabeza. 

En este país tan propenso al odio, que adolece de unos políticos insufribles y que padece de una cultura novelera bastante pendeja, juntos han satanizado a las empresas y a los empresarios, recreando escenarios y estereotipos ilusorios.

Todo esto, ha contribuido para propagar un odio visceral, de público conocimiento, hacia todas esas “horribles empresas y empresarios”, porque dejándose meter los cinco dedos de la mano en la boca, se comieron completico el cuento de que todas las “empresas y empresarios” en este país son una especie de colectivo millonario, que tienen sus operaciones en enormes fábricas y edificios con pisos de mármol, escritorios lujosos, veintenas de asistentes, vehículos de alta gama disponibles para los “jefes”; almuerzos y cenas para discutir acuerdos comerciales de grandes cantidades de dinero; viajes de fin de semana a lugares paradisiacos para hablar de proyectos; botellas de champaña y whiskey presentes como si fueran vive cien… Y así, se encuentra fijado en la imaginación de muchas personas, esa idea de dueños de empresa, cual protagonista de novela turca, viviendo en casas donde el lujo es la constante, con walk-in closet de serie de Discovery home and health, piscina al infinito y avión privado.

Y no sé si es que ignoran que, en un gran porcentaje, ni las empresas, ni los empresarios que quieren catalogar como la plaga del país, son como creen o tienen lo que les atribuyen tener, repito, eso que aseguran odiar y se han apropiado como credo acabar, no son más que inventos.

La mayoría de las empresas de este país, son levantadas con sacrificio; que de exceso tienen son impuestos y deudas bancarias; que se mantienen con nóminas no superiores a 15 personas, (sin olvidar mencionar a las empresas más pequeñas o a las empresas unipersonales) que apuradas solo pueden ofrecer una despedida de fin de año, a la que se le crea casi que una alcancía, para intentar dar lo mejor y agradecer por un año más de supervivencia comercial.

Las empresas de este país, son esas que muchos prefieren llamar “pequeño negocio”, el gran número de empresarios, está compuesto por personas que se movilizan a pie, en bicicleta, bus, taxi, en carro pagado con préstamo. Con dueños, que desayunan lo mismo que usted, que llegan a trabajar después de dejar a los niños en el colegio, que se rascan la cabeza con cada recibo, que hace años no pueden permitirse un fin de semana en una ciudad distinta a la suya, que remiendan el calzado, que hacen la función de 3 y 5 porque no hay para más y con las mismas regresan a su casa, a cumplir con deberes de aseo, organización y lo que corresponda.

Que si bien, si existen esos empresarios casi que, de novela, con oficinas de ensueño, y proyectos millonarios, y que los habrá buenas y malas personas, así como los hay en todos lados, empresarios pequeños, medianos o grandes; porque la ética no tiene nada que ver con la plata que se tiene en el bolsillo.

La revolución industrial ya pasó, si bien, tenemos muchísimas cosas que seguir mejorando, estas no se van a dar, multiplicando el número de empresas cerradas a nombre de una supuesta igualdad, que hiede a venganza.

La literatura de todas las épocas y la transmisión de conocimiento está disponible hoy más que nunca, pero el sentido común parece haberse perdido, no se deberían sentar posiciones radicales, basadas en textos, que ya no corresponden al tiempo presente, a la realidad comercial, política, económica, y que desconocen los derechos que se han alcanzado.

No se puede seguir deseando la quiebra, no solo de empresas, si no de esfuerzo, de sueños.

Que no sigan llenándole la cabeza de absurdos, con esas fantasías sacadas de ciertos políticos y novelas, de que las empresas, en general, sin distinción entre ninguna, son conglomerados de negocios multimillonarios, centros de corrupción y explotación, con dueños arribistas e inescrupulosos y deje de repetir arengas carentes de todo sentido de que las empresas y los empresarios son un mal que hay que acabar.

Esa panadería de la esquina de su casa, es una empresa; la ferretería del compadre, es una empresa; la imprenta que tiene al frente es una empresa, el restaurante donde compra el corrientazo y le dan la ñapa, es una empresa … ¡ya ve!, ahí hay gente que trabajando como sabe, con lo que tiene y puede, intenta salir adelante.

Las empresas no son ni la causa de todos los males, ni un mal necesario, son una realidad, a través de la cual hay desarrollo económico, personal y social. Quien logra hacer mucho dinero de forma lícita con su empresa, no es un enemigo al que hay que acabar. Ni todo rico es corrupto, ni todo pobre es honrado, ya es hora de dejar de generalizar y tomar como ley, dichos populares que carecen de fundamento.

 

 

 

 

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